Aficionado desde joven a la cocina, en 2006 comencé a interesarme por la gastronomía 'histórica'. Una labor que conjugaba el estudio de los antiguos tratados con el intento, más omenos afortunado, de reproducir sus recetas. Por así decirlo, considero a Ruperto de Nola, que escribió en 1477 su "Llibre del Coch", tanto una fascinante fuente como un 'compañero de fogones'. Por otro lado, resulta muy sugestivo conocer los usos y costumbres durante ese tiempo en que las clases más opulentas de aquella sociedad comenzaron también a civilizarse a la hora de sentarse a la mesa. Una (r)evolución iniciada en Italia que incluía complejas e imaginativas puestas en escena.  Sin embargo, acaso sea la corte española de los Austrias menores, regida por la más intrincada etiqueta que pueda imaginarse, la que llevó al paroxismo dicha teatralidad. Cabe destacar asimismo la importancia que autores del Siglo de Oro español como Quevedo o Cervantes otorgaban al buen yantar, asunto al que dedicaron admirables textos.​​